domingo, 8 de marzo de 2009

Días de pura felicidad


Al término de su vida, Abderramán III habló. Y dijo:

"He reinado más de cincuenta años, en victoria o paz. Amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riqueza y honores, poder y placeres, aguardaron mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bandición que me haya sido esquiva. En esta situación he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado. Suman catorce. Hombre, no cifres tus anhelos en el mundo terreno."

Hoy hace un año fui completamente feliz. No está de más recordarlo.

sábado, 7 de marzo de 2009

Otra forma de belleza

"All your two-bit psychiatrists are giving you electroshock. They said, they'd let you live at home with mom and dad instead of mental hospitals. But every time you tried to read a book you couldn't get to page 17 'cause you forgot where you were, so you couldn't even read" (Kill your sons, Lou Reed)

En 1972, Lou Reed, ignorado como miembro de la Velvet Undergound, una banda que hizo de la distorsión y de lo sórdido su bandera, volvió al mundo de la música a través del aclamado Transformer, álbum en el que se redimió gracias a una cierta concesión comercial vía glam auspiciada por David Bowie. Cortes como Take a walk on the wild side, Perfect Day o Satellite of Love daban la impresión que la gran fiera del rock and roll, el eternamente atormentado Reed, el niño judío que en su infancia fue sometido a sesiones de electroshock para domeñar sus tendencias homosexuales, que se refugió en la heroína, se había apaciaguado. O tal vez reconciliado consigo mismo. Temas como el sadomasoquismo, la depresión, el asesinato o la transexualidad, tan habituales en la discografía velvetiana, habían quedado atrás.

Para el año siguiente, 1973, se anunció un nuevo disco, Berlin. La revista Rolling Stone lo anunció como el "Sgt. Pepper’s de los 70". Tras su publicación, la revista concluyó que "Berlin, de Lou Reed es un desastre, lleva al oyente a una distorsionada, degenerada y demoníaca paranoia de esquizofrenia, degradación, violencia inducida por la droga y suicidio. Hay ciertos documentos que son tan patentemente ofensivos que uno desea cometer algún tipo de venganza física sobre los artistas que los perpetran. La única excusa de Lou para este tipo de espectáculo sólo puede ser que fue el último disparo de una prometedora carrera. Adiós, Lou".

La misma revista, décadas después, ubicó Berlin como uno de los discos capitales de la música del siglo XX. Y hace ya dos años, el álbum se convirtió en un documental, filmado por Julian Schnabel, y grabado en una sala de conciertos de Brooklyn.

Hay veces, tal vez pocas, en las que la belleza se presenta transformada, oculta en polvo, y óxido, y metal; fundida en grises y cubierta de sábanas. Hay veces, tal vez pocas, en las que le belleza es emoción, y llanto; memoria opaca y tierna. Hay veces, tal vez pocas, en las que la belleza es una nostalgia; una descarnada, imposible y terrible añoranza. La historia de Caroline, la protagonista de Berlin, y de cómo es víctima de la violencia y de los abusos, -"Caroline says as she gets up off the floor: Why is it that you beat me? It isn’t any fun"- del abandono –"They’re taking her children away"-, de la derrota definitiva –"And this is the place where she cut her wrists"-es dramáticamente bella. Tal vez Berlin sea lo que dijo Rolling Stone: una distorsionada paranoia. Aunque quizá es un canto a la eternidad. A la memoria. A la esperanza de que que otro corazón alguna vez, algún día, nos recuerde y nos sienta.

Porque quizá solo es así como nosotros, los hombres, podemos resucitar.

"Staring at my picture book… She looks like Mary, Queen of Scots"